sábado, 9 de octubre de 2010

 

en el proyecto y también de las que no lo habían hecho, para determinar si las experiencias y los enfoques de
las siete iniciativas piloto serían transferibles sin una fuerte financiación gubernamental inicial.
Beneficiarios. No está de más insistir en la importancia que posee determinar quién se beneficia de una iniciativa de
reducción del riesgo de desastres. Los evaluadores no deben suponer que los beneficios se producen por igual para
toda la comunidad. Deben evaluar las características socioeconómicas de las comunidades beneficiarias, teniendo en
cuenta cuestiones de género y la vulnerabilidad derivada de otros factores como la etnia, la edad o la discapacidad).
Actualmente, se dispone bastantes directrices sobre la incorporación de aspectos de género en el análisis del riesgo y
la vulnerabilidad y en la planificación de proyectos. Sin embargo, son pocas las herramientas disponibles para evaluar
los resultados específicos en materia de género de las acciones de reducción de desastres.6
Los evaluadores no deben contentarse con un número limitado de indicadores de actividad (p. ej., número de mujeres
que participan en actividades de un proyecto, como la formación en materia de preparación para emergencias)
como prueba de una mayor equidad entre hombres y mujeres en la reducción del riesgo de desastres.
Sostenibilidad. Juzgar la probabilidad de que un proyecto sea sostenible a largo plazo y de que sea reproducido durante
su vida puede resultar difícil, pero puede deducirse de otros datos. Igual que los proyectos de desarrollo, es más probable
que una iniciativa de reducción del riesgo de desastres sea sostenible cuanto más tiempo y esfuerzo se haya
invertido para prepararla con las comunidades, los asociados y otras partes interesadas locales y nacionales. Otro indicador
utilizado al respecto es el grado de contribución de las partes interesadas al proyecto en cuanto a recursos financieros
y de otro tipo, suponiendo que la sostenibilidad esté vinculada al grado de identificación de la población local
con el proyecto.
En el caso de proyectos comunitarios, el factor central es la solidez de la organización de la comunidad. Las evaluaciones
hacen hincapié muchas veces en la creación o el restablecimiento de grupos locales, como comités de gestión de
desastres. Pero la mera existencia de estos grupos no indica con certeza su capacidad para gestionar el riesgo, y muchas
veces el análisis de las actitudes sólo demuestra el entusiasmo a corto plazo. Por ello, deben recopilarse datos sobre
las actividades que llevan a cabo estos grupos (p. ej., evaluaciones del riesgo, preparación de planes de emergencia,
adquisición de equipos, construcción de estructuras de mitigación tales como muros de contención, etc.). El seguimiento
y la evaluación de la frecuencia, las características y la calidad de este tipo de actividades, así como del grado
de participación comunitaria, pueden realizarse internamente o encargarse a personas ajenas al proyecto.
Los evaluadores deben tener en cuenta los factores externos que puedan afectar a la sostenibilidad, como los cambios
en la política oficial o los regímenes de financiación, la rotación de personal o los reveses de la economía.
Estructuras, sistemas y organizaciones. La mayoría de los métodos de seguimiento y evaluación abordan proyectos
relativamente limitados o a pequeña escala, pero en la reducción del riesgo de desastres también desempeñan una
función vital las intervenciones a mayor escala (p. ej., en el plano nacional o en todo un sistema). La evaluación de
sistemas nacionales o en otros niveles superiores de reducción del riesgo de desastres requiere un enfoque integral que
abarque la política, las instituciones y la práctica (véase la Tabla 1). Además, debe tener en cuenta la función de los
diferentes actores en la reducción del riesgo de desastres: gobiernos nacionales y locales, sector privado, sociedad civil
e instituciones intergubernamentales y regionales.
La orientación metodológica disponible para la evaluación en estos contextos es limitada y es poca la experiencia de
evaluación documentada, lo que dificulta precisar cuáles son las prácticas idóneas. No obstante, últimamente se han
desarrollado algunos métodos para evaluar los progresos efectuados en el plano nacional en la reducción del riesgo
de desastres y ayudar a establecer metas y objetivos (véase el apartado Otras lecturas). También puede recurrirse en
este contexto a índices de riesgo y de vulnerabilidad en el plano nacional (véase la Nota de orientación 4).
En general, los procesos mediante los cuales puede integrarse eficazmente la reducción del riesgo de desastres en la
política y la práctica de las organizaciones de desarrollo todavía no se entienden adecuadamente, aunque últimamente
han aparecido algunas herramientas de evaluación prometedoras (véase el apartado Otras lecturas). Es necesaria
una perspectiva amplia, que habitualmente abarcará los siguientes ámbitos de trabajo de una organización:

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